jueves, 5 de febrero de 2009

El aprendiz


–¿Y dices que estás preocupado por eso? No tienes por qué. Ahora te cuento.

Aquella pareja estaba inquieta. Su hijo, que iba camino de cumplir tres años, no avanzaba. Durante un tiempo –unos meses antes– el niño aprendía algo cada día, les sorprendía con una nueva palabra, una nueva habilidad, alguna tierna reflexión o empleaba gestos que había visto en algún amigo, en el parvulario, en alguna película. Pero de un tiempo a esta parte, decían, se había parado. Incluso había dado algún paso atrás –pensaron el volver a ponerle el pañal después de dos noches seguidas mojando la cama–. Lo consultaron con otro padre algo más experto que ellos.–Pues no tenéis por qué preocuparos. Aprender, que es lo que hacen los niños, no es sólo asumir nuevos conceptos, sino asimilarlos como propios. ¿Os parece que vuestro niño no avanza? Pues no es así. Lo que pasa es que está haciendo suyo todo lo que ha aprendido. Cuando os sorprendía con una nueva palabra seguramente él no conocía su significado: simplemente la escuchó y la repitió. Ahora está procesando todo lo nuevo que ha conocido en estos últimos meses y, cuando su cerebro, su cuerpecito, esté preparado, seguirá avanzando. Dicho de otra forma: tiene que ordenar todo lo nuevo que ha entrado en su cabecita. Y cuando lo haga, seguirá para adelante.En algunos foros –especialmente en el foro por excelencia, el de ACB.com–, se está cuestionando la realidad de Ricky Rubio. Que si no está progresando, que si se ha estancado, que si no va a ser todo lo que, hace un año, pocos dudaban que iba a ser. Que si tira mal, que si no defiende como antes. ¿Ha dejado Ricky de aprender, ha llegado ya a todo lo que su talento puede dar de sí? Pues no. No necesariamente. Como el hijo de aquella pareja, Ricky está asimilando conceptos.Repasemos los últimos seis meses de la carrera de Ricky. Con 17 años llegó a los Juegos Olímpicos, y se hizo con la plata. Poco antes había comenzado a atender a la prensa, que se volcó sobre él, y fue elegido mejor base de La liga ACB, lo que son palabras mayores cuando jugadores del corte de Raül López, Carlos Cabezas, Shammond Williams, Pablo Prigioni o Zoran Planinic eran sus rivales en esa lucha. Además, vio cómo su entrenador –su mentor–, Aíto García Reneses, dejaba el equipo, y entraba en su lugar el entrenador más joven de la ACB. Ha visto cómo se criticaba su tiro –recuerden los Juegos Olímpicos, y valoren a qué exigencia se vio sometido–, y ha quedado como estrella de un equipo, el DKV Joventut, que fue referencia de cómo jugar al baloncesto en las últimas dos campañas. Es un icono popular e imagen de la ACB. Y, para más inri, una lesión le dejó fuera del dubitativo inicio de su club, la Penya, con problemas en la configuración de su plantilla, por lo que su retorno a las canchas tuvo algo de mesiánico. Todo esto mientras trata de sacarse el bachillerato, y el carnet de conducir, y las implicaciones de la ley de su edad, y protagoniza campañas publicitarias de un par de empresas, y mientras se plantea si debe presentarse al ‘draft’ de 2009, en el que muchos le auguran un éxito incontestable. Tanto como ser el primero de su promoción. (Y eso que Dwyane Wade, el escolta de los Heat, valoró que Ricky no está aún preparado para ser un número 1 del ‘draft’, tras enfrentarse a él en los Juegos Olímpicos. Con 17 años, Rubio jugó una final ante una selección de un talento incomparable, y tuvo opciones de ganarles. Con 17 años, por cierto, Wade jugaba la competición escolar estadounidense. Y fue número 5 del ‘draft’). ¿Es posible asumir todo lo anterior con serenidad y seguir creciendo? Pues no. No es fácil.Además: Imaginemos que, realmente, Ricky Rubio no diera más de sí. Que esto fuera todo. Pues se retiraría en el año 2029, con casi mil partidos en la ACB y, probablemente, alguna campaña de experiencia en la NBA, con decenas de internacionalidades, como histórico en balones robados y asistencias y con títulos, muchos títulos, y medallas en su haber. Como un jugador legendario, en definitiva.

Pero nosotros, los aficionados –y, para qué negarlo, nosotros, los medios– queremos más. Queremos historia, queremos mito. Queremos que sea el mejor del mundo. Y puede serlo. Pero démosle tiempo. Dejémosle aprender. Y asimilar.


Artículo de basketconfidencial.com

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